8.- LOS DILEMAS DEL RELATIVISMO Y ABSOLUTISMO MORAL

          La materia biológica desarrolla percepción como parte de su informática y fines de supervivencia, y termina especializándose en sensar y procesar cada fenómeno, patrón y dimensión de su universo: espacio, tiempo, movimiento (producido por una fuerza), cantidad y cualidad (se conoce que fuerzas físicas afectan el espacio-tiempo, y que también provocan transformaciones entre cantidad y cualidad material).  Y así como en el ámbito material se formalizan marcos de referencia absolutos y relativos para establecer magnitudes y unidades de medida; también sucede en el marco lógico de la información y las ideas (paradigmas), y por supuesto también en el de la ética para establecer valores y normas; y como en un sistema (y el universo lo es), la neguentropía o entropía negativa es la magnitud que trata de resistirse al estado de equilibrio termodinámico (entropía o caos) de ese sistema, o sea es la medida de su organización; a esa acción de resistencia, en el campo ético, es lo que se denominaría como una acción virtuosa o virtud (¡no tan rápido!, ver falacia naturalista).  Los estados de neguentropía suelen ser transitorios, se necesitan ciertas condiciones para hacerlos duraderos, y se pueden presentar ciclos orden/desorden.

IMG-20150712-WA0010_resized

          Producto de la percepción, la moral puede ser relativa: a la posición geográfica (a la cultura); relativa al tiempo o a la época (al momento histórico, a la edad personal, a si las necesidades son urgentes, inminentes o pueden ser aplazables); relativa a la posición con respecto a la dirección de la fuerza o al poder (opresor u oprimido, dador de órdenes o receptor); relativa a la cualidad del valor ético (supervivencia, y sus derivadas: placer, utilidad, valor de verdad, altruismo, etc.), o del contexto informático de donde se desarrolla ese valor (instintos biológicos, razón y consciencia individual, o colectiva, leyes y normas del sistema); y también relativa a la cantidad de valor (categoría ética, cantidad de información y de experiencia, consecuencia y costo de tomar una decisión), y a la cantidad de egos (necesidades del individuo y del grupo).  Pero sin importar lo relativo y lo perceptivo, las diferentes morales e interpretaciones teóricas de la ética que ellas producen, ni importar sus dilemas consecuentes; la búsqueda de una moral total (fines, medios e intención ética), es decir justicia máxima, y calidad total a través de una conducta humana, por encima de percepciones y dilemas, es el objetivo de la ética como actividad filosófica; y como fin, trasciende incluso al medio o regla de oro de la moral para toda época y marco de referencia: la dialéctica y súper empática “haz a los demás lo que querrías y consideras deberían hacer contigo en la misma circunstancia”.  O sea mientras la moral como conducta tiene por objeto lo posible, la ética como estudio tiene por objeto lo necesario.

          Los dilemas morales son tomas de decisiones generalmente complicadas donde hay que establecer jerarquía o prioridad entre dos (o más) percepciones/acciones morales, generalmente ambas virtuosas; o también cercanas a ambos extremos viciosos (ojo por ojo y la otra mejilla, la venganza y la impunidad, por ej.), o sea alejadas de la virtud; o a veces una acción moral virtuosa desde una percepción, que debe violar una norma moral o ley establecida desde otra; y como ejercicios dialécticos que son, tienen que ver más con asuntos relativos a cualidad y cantidad que a espacio-tiempo, estos últimos con mayor influencia en la conformación de consciencia colectiva.  Esos dilemas han sido materia de estudio filosófico desde que el hombre adquirió razón y juicio, y es tema didáctico principal en la mayoría de fábulas y leyendas mitológicas antiguas, y modernas como los comics.  Los dilemas morales más extremos (de suma cero, según la teoría de juegos, cuando se decide entre dos individuos) son los que involucran directamente al básico instinto de supervivencia (dilemas de autodefensa y autosacrificio, dilema del tranvía, dilema de Heinz); luego están los que secundariamente derivan de dicho instinto, como son los que pesan las necesidades (pasiones, deseos, intereses, valores) de un individuo con respecto a las de otro con o sin parentesco genético, o sea pesan calidades por prejuicio o por genética (dilemas salomónicos, dilema del prisionero); las de un individuo respecto a un grupo (suma no cero), o los de un nivel grupal simple con respecto a otro jerárquicamente más general y complejo (dilema o tragedia de los comunes, dilemas sociopolíticos y socioeconómicos).  La ventaja o desventaja de cualquier tipo de poder (conocimiento, autoestima, riqueza, fuerza, belleza, juventud o tiempo de vida útil, etc.) influye mucho en estas decisiones, sea que haya que tomarlas uno mismo, o un tercero parcial o imparcial, debido a que cambia la percepción acerca de las posibilidades de supervivencia y del riesgo moral, y puede convertir la decisión ante un dilema en una doble moral.

          Hacer relativismo ético, o hacer relativismo (o absolutismo) de cualquier cosa, es hacer una forma de filosofía; y como toda filosofía, implica la elaboración de argumentos e hipótesis que siempre ocultan inintencionalmente falacias de justificación, muchas veces sin esforzarse mucho en alcanzar valor de verdad, que dificulta también alcanzar valor de bondad (hacer metaética); un poco parecido a como sucede en el relativismo y absolutismo teológico, donde en cambio alcanzar valor de verdad para alejarse de la mitología y perfeccionar la fe es en realidad más complicado, debido a que más que ir en dirección a la ciencia, aún intentando ser racional, lo hace solo en dirección a la metafísica (y los temas de supervivencia no se refieren a la materia, sino a una subjetiva mezcla entre información del ego y consciencia ética a la cual denominan “espíritu”, que sobreviviría en algún lugar que trascendería a la vida en este ontológico universo material).

          El problema de las éticas relativista y absolutista, y sus morales, es que dependen fundamentalmente de la simple razón intuitiva.  La moral relativista supondría que en las tomas de decisiones ante los dilemas morales, las interpretaciones de los deberes morales deben someterse a las interpretaciones de los derechos; los deberes tienden a ser relativos y los derechos absolutos (tienden al privilegio).  En la moral absolutista las interpretaciones de los derechos deben someterse a las interpretaciones de los deberes morales; los deberes tienden a ser absolutos (tienden a la obligación) y los derechos relativos (el dilema entre la «guerra» contra las drogas y su daño colateral, versus la liberalización y los suyos, son el modelo perfecto de dilema entre filosofías absolutista y relativista).  Un justo medio que eficientice ambas interpretaciones es el objetivo de la ética de la virtud en su teoría normativa.  La Ética debe tener como objetivo además la búsqueda de cómo ir minimizando la posibilidad de existencia de los dilemas morales mismos, aplicada a través de las ciencias sociopolíticas y psicopedagógicas; así como las de las paradojas morales (por ej. que hayan enemigos a los cuales se tenga que “amar como a uno mismo”), incluyendo por supuesto los falsos dilemas morales frutos de la manipulación, y hasta del azar.  Es objetivo también el estudiar (ética descriptiva) los límites óptimos de la responsabilidad moral.

          Toda proposición filosófica, conceptos, paradigmas y cosmovisiones, si bien no siempre pueden eternizar su validez en el tiempo y espacio, ellos tratan de hacerlo; y las morales, de formar consciencia colectiva; de alguna manera ellos adquieren cierta autopoiesis, y entran en conflictos y competencia con otros, y hasta pueden llegar a intentar romper la barrera del respeto en esa dialéctica.  Los paradigmas de la ética (vista desde la metafísica, desde la ontología, o desde la religión), como los dogmas, no están exentos de ello.

          ¿Si en el fin de buscar valor de verdad teológico (cuya epistemología utilizada es la Teodicea como medio lógico de intención deductiva) no han podido llegar a un consenso válido o aceptable con el problema del mal,  la tendencia a la entropía en el universo, el libre albedrío y la intencionalidad de los dioses, si se les puede atribuir alguna; y consideran el diteísmo o dualismo encubierto, un dogma teológico de jerarquía teórica inferior a un supuestamente superior monoteísmo, el cual no acepta ese dualismo como cualidades complementarias ambas dentro de una única entidad monoteísta, sino que lo considera como situaciones paralelas no vinculadas; mientras por otra parte asumen leyes de causa-efecto morales entre la vida en este universo y otra supuestamente posterior a la muerte (y anterior a la vida a veces), aunque no especulan siquiera que en ese universo metafísico el determinismo continúe funcionando; …podría considerarse ético el no manifestar duda teológica y entregarse al dogma y a la fe, si la baja información y la intuición por sí sola no generan calidad ética (falacia de algo?)?  ¿El dilema (con fines de “salvación y veracidad”) forzado por algunas religiones y tendencias teológicas entre creer y el no creer en la existencia de dioses; no constituiría un falso dilema? ¿Qué “salva”: la fe o los hechos?

Esta entrada fue publicada en ATEISMO, CONSCIENCIA, ETICA, FILOSOFIA, JUSTICIA, PERCEPCION, RELIGION, TEOLOGIA, Uncategorized. Guarda el enlace permanente.